El rock volvió a su parque [CRÓNICA]

Textos: Umberto Pérez.
Fotografías: Andrés Wolf.

42 meses tuvieron que pasar para que el Parque Metropolitano Simón Bolívar de Bogotá volviera a oler a espíritu joven y a llenarse de música alternativa que, desde 1995, convoca a miles de seguidores en el emblemático festival Rock al Parque

Luego de una celebración monumental de sus primeras 25 ediciones, en 2019, y tras la pausa obligada por la pandemia, las expectativas sobre el regreso del festival gratuito y al aire libre más importante del continente y su programación artística eran altas. Así, desde mediados de julio se empezaron a hacer los primero anuncios con una importante presencia femenina y una modificación en las fechas de realización de Rock al Parque: después de muchos años, el festival volvía a celebrarse durante más de un fin de semana y, por primera vez, alcanzaría el mes de diciembre. 

Como se ha vuelto costumbre, y tras los primeros anuncios, no tardaron en vociferar sus quejas quienes quisieran ver a Rock al Parque únicamente vestido de negro y ausente de color, los “rockeros conservadores” -enorme paradoja-, talibanes de una música que, se sabe, carece de pureza desde su mismo origen mestizo y revolucionario. Pero como bien canta 1280 Almas en ese vals-punk de 1994: “Si no me quieres, deja de llorar.” Precisamente, el regreso al festival de la legendaria banda bogotana, después de 10 años de ausencia, fue una de las sorpresas más emocionantes. 

En los fines de semana consecutivos del 26 y 27 de noviembre y 3 y 4 de diciembre, Rock al Parque volvió a ser una fiesta. Desde el primer día, el sábado 26, destinado como siempre a los sonidos extremos, el público bogotano concurrió en masa a la celebración. Aquella jornada, pensada para los ya mentados conservadores y puristas de las guitarras eléctricas y afiladas, encontró en bandas de black metal, como la polaca Batushka y la sueca Watain, el culmen y la paradoja de una música solemne, encorsetada en simbologías que rayan en la parodia ceremonial. Otras menos rimbombantes pero más efectivas como las nacionales Nepentes y Sharon Tate, dieron cuenta de un sonido que ahora forma parte de la tradición pero que sigue cautivando a un público ávido de rudeza y crítica social. Mención aparte merecen el cuarteto brasileño neerlandés Crypta; el trío -neerlandés también- Asagraum; y el sexteto escandinavo Frantic Amber; íntegramente femeninos, y muestra contundente de que el poder del metal dejó de ser un espacio dominado por la presencia de hombres convencidos de que son guerreros medievales o apocalípticos. 

Asagraum
Batushka
Watain

La apuesta de Rock al Parque 2022 por un cartel artístico con amplia presencia femenina, tuvo en el segundo día, el domingo 27, su mayor despliegue. Artistas como las mexicanas Elis Paprika y Ximena Sariñana, las argentinas Kumbia Queers, Dat García y Miranda, la chilena Francisca Valenzuela y las colombianas Lao Ra y Hello Yak, exhibieron con decisión y elegancia, el buen momento de las músicas alternativas de Hispanoamérica. Como lo harían una semana después, otras invitadas como la emblemática banda mexicana Las Ultrasónicas, The Warning, las argentinas Las Ligas Menores y Catnapp y agrupaciones colombianas I.R.A y Rattus Rattus. Ese domingo, la cantautora española Christina Rosenvinge y sus seguidoras colombianas saldaron una vieja deuda con su pasado al interpretar, de forma íntegra, y celebrar el aniversario número 30 de su álbum más popular en este lado del Atlántico: ‘Que me parta un rayo’ y, a su vez, propiciar el descubrimiento de toda su obra en solitario. Esa  misma tarde, el sorprendente dueto de hermanas bogotanas Las Áñez, conquistó con el encanto de su show a miles de corazones que aún no las conocían, confirmando que forman parte de lo más brillante del firmamento de la música alternativa colombiana del siglo XXI.  

 

Las Añez

Igual que el primero, el segundo fin de semana de Rock al Parque tuvo como gran ausente a la lluvia, gran protagonista la actualidad colombiana en los últimos cuatro meses. El sábado 3 de diciembre, la algarabía del punk, el reggae y el rock latino calentó a las asistentes a los tres escenarios por cuenta de los conciertos de bandas clásicas como la española Ilegales, la argentina Bersuit Vergarabat -que pisó el escenario de Rock al Parque por primera vez- y las colombianas Peste Mutantex y De Bruces a Mí y otras que vienen construyendo una obra sólida como la banda asturiana Desakato, la mexicana Sekta Core y las bogotanas The Kitsch, Sin Pudor y Salidos de la Cripta. Esa noche, en medio de la fiesta y el baile, el trío estadounidense Ho99o9, ofreció uno de los shows más desconcertantes y categóricos en la historia reciente de Rock al Parque. 

Ilegales
Versuit Vergarabat

En el último día del festival, el domingo 4 de diciembre, los tres escenarios tradicionales del festival fueron una celebración constante de la música alternativa del continente. Hubo para todos los gustos. Los amantes del heavy metal y el metal sinfónico se hallaron al encuentro de bandas con un pasado histórico como las colombianas Krönos y Titán y la neerlandesa Epica. Quienes han acompañado a Rock al Parque a lo largo de sus 26 ediciones se reencontraron con emoción con bandas que han construido el legado del festival como 1280 Almas, Catupecu Machu, Lucybell y La Maldita vecindad y los Hijos del Quinto Patio; y otras cuyo presente las acreditaba para escribir su capítulo propio en el gran evento bogotano como Bajofondo, San Pascualito Rey, Scalene, Love of Lesbian y Enjambre, entre otras. Por su parte, artistas nacionales como Oh,laville y Lucio Feuillet, este último con Kevin Johansen como invitado de lujo, se consagraron frente a decenas de miles de asistentes a la gran ceremonia del rock en la capital colombiana. 

Tres años y medio después, el rock regresó a su parque y Bogotá volvió a acoger a distintas músicas populares en un festival que todas, o casi todas, queremos porque, como el rock mismo, es amplio, diverso y mestizo. De eso dio cuenta una programación elaborada con riesgo y altura, haciendo oídos sordos de los rockeros de revista, para celebrar la pluralidad y complejidad de la música de nuestro continente. Al caer la tarde del último domingo, el cantautor asturiano Nacho Vegas entonó una canción que, como una postal, retrató la que quizás sea la finalidad de Rock al Parque y cualquier celebración musical después de tantas tristezas, un “coro de un mundo que se vuelve a reimaginar”. 

 

Nacho Vegas
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