Bolas bien puestas no conoce de épocas. Rokha, genio, figura y rocanrol

“Infinitamente cansado, desengañado, errado, con la sensación categórica de haberme equivocado en lo ejecutado o desperdiciado o abandonado o atropellado al avatar del destino en la inutilidad de existir y su gran carrera despedazada” ¡Joputa! Luego de leer este texto de “Pablo de Rokha” que describe como me siento ahora mismo entiendo porque elegí como último artículo escribir sobre la reedición del álbum que la banda chilena Ocho Bolas dedicó a este poeta vanguardista y yo que pensé que solo era saldar una deuda con el pasado, lee sí deseas saber de qué va…

En la adolescencia empecé a escribir “letrillas”, sería pretencioso llamarlas poemas, textos extensos, existencialistas, anárquicos. No se los mostré a nadie, hasta que, unos años después, se los enseñé a un amigo con el que llegamos a formar una banda de HC Punk, que fue una de las pioneras del estilo en Perú; algunas de esas letras las convertimos en “canciones”. Después de haber leído a “Rokha” me siento un poco su heredero, claro, sin saber cuál fue su talón de Aquiles pues no le llego ni a la uña del dedo más chico de su pie izquierdo, aunque una de esas letrillas mías esté ahora en el Museo de la Memoria de mi país, después de haber estado en muestras de arte, y mi ex banda haya sido citada en un libro sobre los estadounidenses Dead Kennedys, pioneros mundiales del estilo que practicaba. Ches, no es un artículo sobre mi ex banda, sino sobre otra, una que, cuando la descubrí, no me gustó, no vi el potencial que le llevó a evolucionar; por eso, inicialmente, pensé que este artículo era para saldar una deuda con esa banda, llamada Ocho Bolas, y sí, hay algo de ello, pero también es una manera de llegar a un final, me hubiera gustado hacer un disco así con mi ex banda, en el que un sonido contundente le haga honor a unas letras de un fuego que nunca se extinguió, que vuelve a reavivarse en una alma al borde.

Hace 30 años, conocí a Ocho Bolas, de Valparaíso, con su casete: “Al servicio”, su propuesta tenía un sonido punk rock al uso, alguien me lo copió y pasó, no sé dónde fue a parar, no le presté mayor atención. Y me olvidé de esa banda. No me enteré que en el año 1991, un sello alemán le editó un EP en vinilo, titulado: “Trabajo duro”, que sepa no llegó una copia a Perú (lo conocí casi una década después y lo encontré más logrado que el anterior). Después de ello, volví a perderle el rastro, no me enteré que en el 2001 trabajaron un nuevo disco que fue lanzado al año siguiente, y que hoy, 2020, se acaba de relanzar. Me refiero a “Genio y figura”, álbum en el cual musicalizaron parte de la obra del poeta y activista político chileno “Pablo de Rokha”, seudónimo de Carlos Díaz Loyola. Una singular apuesta que, debido a su carácter atemporal, sigue estando vigente. El sonido de la banda se había ampliado a otras aristas del rock, enriqueciéndose, y más si usaban letras de una de las plumas más contestatarias y polémicas que emergieran en Latinoamérica a mediados del siglo XX. Decía parte más precisamente porque, para armar las canciones, no cogen los textos completos de los poemas “Rocka” sino fragmentos.

“Desde el primer momento nos sentimos identificados con su vida, con su figura y con su estética lúgubre, así como también con el sitial de perdedor que tiene en el ámbito de la ostentosa poesía chilena. La crudeza de sus palabras se fusionó con fuerza con nuestra música de manera natural”, ha declarado Rodrigo Catalán, bajista de la banda.

Si no eres chileno (aunque, quizá, si también lo eres) y por cultura general identificas como poetas del hermano país solamente al aburrido Neruda, te estás perdiendo un universo, el Universo Rokha, aunque habría que decir Multi-verso, dada su poesía incontenible, su lenguaje arrollador, cual torrente incontenible, excesivo y excelso en esencia; un poeta con el cual te puedes identificar HOY, asombrándote que su primer libro lo diera a conocer en 1916. Tuvo que pasar medio siglo para que lo suyo sea comprendido, en 1965, a los 71 años, se le otorga el Premio Nacional de Literatura a la totalidad de su obra. Pero, la procesión iba por dentro, siguiendo el sentido fatalista de su familia, en 1968, se suicidó con el mismo revólver que su hijo lo había hecho poco antes, el mismo año que nuestro José María Arguedas, otro grande las letras y la desolación, hiciera lo mismo.

Te recomiendo buscar cada poema de “Rokha”, enfocado en el álbum, en el compañero Google. Del poema que empecé citando al inicio de este artículo, y con el cual más me identifico, encontré este texto: “… el más avasallante Pablo de Rokha se nos presenta en el poema que le da título al libro, perteneciente a ‘Acero de invierno’. “Canto del macho anciano” no es ya canto, sino desgarro. Las imágenes tremendistas parecen que se acomodan bien al sentimiento del autor. En él se abandona al dolor, a la rabia, la impotencia y la injusticia, sin dejar nunca de lado su veta original y de plasmar ya no el sentimiento, sino una realidad trágica que lo perseguía y que lo llevó a sobrevivir a su mujer y cuatro de sus hijos”, y que me habla del Chile que se nos develó en toda su profundidad y dramatismo el pasado octubre:

“Caduco en ‘la República asesinada’
y como el dolor nacional es mío,
el dolor popular me horada la palabra, desgarrándome,
como si todos los niños hambrientos de Chile fueran mis parientes;
el trágico y el dionisíaco naufragan en este enorme atado de lujuria en angustia, y la acometida agonal
se estrella la cabeza en las murallas enarboladas de sol caído,
trompetas botadas, botellas quebradas, banderas ajadas,
ensangrentadas por el martirio del trabajo mal pagado;
escucho la muerte roncando por debajo del mundo
a la manera de las culebras,
a la manera de las escopetas apuntándonos a la cabeza,
a la manera de Dios… que no existió nunca.

Recomiendo “Genio y figura”, un discazo que ya está disponible en todas las plataformas de streaming, y que ha sido editado por el sello de Valpo MúsicadelSur, sello que, además, relanzará el resto de la discografía de la banda en el 2021. ¡Espérala!

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