¡Queremos que ya sea sábado! Bailando hacia una Lima inocente, colorida y futurista [RESEÑA]

Por Eliana Otta

Para quienes crecimos bajo el influjo del punk, la chicha y la cumbia, la aparición de Viva el Sábado abre un camino refrescante, que convoca tanto la nostalgia como la imaginación, desafiando entendimientos sedimentados sobre la música peruana y sus contextos de producción. ¿Qué queda de las condiciones que generaron canciones tan festivas como hechizantes? Basta escuchar Patinando, la canción de los Rollets, que abre el disco, para transportarnos a un mundo de inocente alegría. Malena Calisto, la cantante, nos invita a ser feliz disfrutando las cosas sencillas de la vida y yo me pregunto si quizá era en el Parque de la Reserva donde ella patinaba provocando miradas y sonrisas. Un Parque de la Reserva de hace cuarenta años, donde no habían sofisticadas piletas ni boleterías para entrar, si no seductoras buganvilias. Malena nos invita a sentir lo que ella siente y sólo puedo desear que ojalá efectivamente pudiéramos ser todos tan felices como ella, pero ¿quién no sería feliz cantando con un fondo musical centelleante y futurista?

Las canciones de Viva el Sábado demuestran cómo las divisiones y jerarquías entre productos y tendencias culturales han sido siempre impuestas desde élites interesadas en crear otredades marginadas. La libertad con la que los músicos mezclan géneros nos recuerda la constante capacidad de los creadores peruanos para absorber estímulos foráneos y adaptarlos a sus sensibilidades. Así, la canción Amazonas del grupo Cremolada, combina disco y cumbia con la irreverente frescura del veraniego producto, transportándonos a los conciertos donde estas bandas ponían en diálogo estas disímiles tradiciones musicales. Caminito, de Santodomingo Kid, versiona con sentido del humor el clásico tango argentino, añadiéndole una aguda voz que parece enviada a comunicarnos una epifanía que sólo puede ser recibida en la pista de baile. Los arreglos musicales y su solo de piano nos insertan en alguna película de los 70s, de pronto somos parte de una persecución de autos a toda velocidad y nos sentimos tan cool como si la protagonizáramos.

El Grupo Swing recurre a las reconocibles convenciones del género para entregar una canción lúdica y audaz. Con la instrumental Bosque Solitario nos atraen a la discoteca, convocando clásicas coreografías del imaginario disco, aunque nos dejan con la duda del motivo del título. ¿Qué sabían estos músicos que no sabemos hoy?, ¿qué bromas, qué sueños, qué promesas escondían en las chispeantes canciones con las que hacían bailar a la ciudad del cielo gris?

El Grupo San Francisco, mientras tanto, nos trae Sin ti, un posible himno de quinceañeras con un ligero aire al hit Carreteras Mojadas de Christian Meier, al teñir la crónica urbana de desamor. Pepo Rock sorprende con la canción Te lo Dije, una suerte de soundtrack de película de súper héroes donde el vocalista pone las cosas muy en claro, sugiriendo una potente coreografía del despecho. Los rebuscados arreglos de los sintetizadores pop nos recuerdan el virtuosismo de estas bandas, que en muchos casos compartían integrantes con grupos que hoy son parte importante de la historia de la música peruana.

Los Rollers de Tarapoto nos traen Amor Cibernético y nuevamente se activa nuestra curiosidad. ¿Cómo era un amor cibernético a comienzos de los 80 en Tarapoto, o en Trujillo, de donde la banda era originalmente? La melodía hace honor a la letra de la canción, que nos convoca a sentir la luz y energía que hacen vibrar el corazón del cantante. Bailar esta especie de himno romántico espiritual sin duda nos ayudaría a descubrir si “el amor está en mi.” Abrígame de Jaque Mate nos recuerda a los éxitos de Miami Sound Machine, como Conga. El contagiante ritmo y el vibrante estilo de Maryna Pastor, la vocalista, nos llevan al malecón de Chorrillos, donde podemos imaginarla caminando y cantando camino a encontrarse con sus amigas en la Herradura. ¿Me invitarían a sus fiestas? ¡Me dejaría influenciar por su resuelta y divertida actitud!

 

El Grupo América deslumbra con la fusión de géneros en Amo a Susana, donde la salsa y el disco permiten a los músicos explayarse y jugar, al modo de las primeras orquestas de la Fania. El disco cierra con la muy original Jungla de Cemento, de Annie, donde Ana la Serna incita nuevamente nuestra curiosidad: ¿qué motiva sus miedos y aullidos?, ¿de qué jungla de cemento nos habla? Si habla de Lima no está claro, pero sin duda la canción añade un toque inesperado a un conjunto evocador de un momento al que quisiéramos poder transportarnos en una máquina del tiempo.

Al menos yo, quisiera poder ver por la rendija de una puerta al pasado: las fiestas donde se bailaron estos temas, las amistades y parejas que se formaban al gozarlos, los movimientos de cuerpos que no discriminaban entre disco, cumbia, salsa, chicha o rock. Más aún, mientras más miro por la rendija, me veo siendo amiga de las cantantes. Ahí estamos escuchando Viva el Sábado mientras nos reunimos a probarnos ropa juntas antes de salir a los sitios de moda, donde intento aprender sus pasos de baile favoritos. Y claro, también las busco al día siguiente para chismear, riendo, patinando y comiendo cremoladas de frutas color luz de discoteca.

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