Hay bandas que no desaparecen: se quedan atrapadas en el lenguaje cotidiano de quienes las vivieron. Luis Guzmán es una de esas. Ocho años después de su último álbum, la banda vuelve con Me atormenta tu tormenta, un nuevo trabajo que no se siente como regreso, sino como persistencia. Once canciones nuevas que llegan sin premura, como si siempre hubieran estado en camino, aguardando el momento preciso. No hay dramatismo ni nostalgia en el anuncio: hay una madurez extraña, casi doméstica, que confirma que algunos vínculos no entienden de pausas largas. El disco entra como una carta sin fecha de envío: tarde o temprano tenía que llegar.
Luis Guzmán nunca necesitó vestirse de nada. Desde sus primeros conciertos en locales de paredes descascaradas, en espacios que ya ni existen, su propuesta se construyó sobre el gesto de compartir. En 2013, cuando publicaron Para no leer más, lo que hacían era encender la luz en habitaciones oscuras para mostrar lo que se escondía en los márgenes: amistades rotas, ansiedad cotidiana, barrios donde el amor se apaga con cerveza caliente. Aquel disco se convirtió en un punto de referencia para todo un circuito que empezaba a reconocerse. Luego vino Al fin seré volar en 2017 y el sonido se amplió, pero la esencia seguía intacta. Hoy, casi una década después, esa voz todavía parece susurrarle a alguien en la habitación contigua.
Lo más admirable del nuevo álbum es cómo la distancia no ha fracturado el vínculo entre los integrantes. Grabado a pedazos, entre países distintos y tiempos prestados, Me atormenta tu tormenta mantiene una coherencia emocional que ya no se ve en muchos regresos. No hay esfuerzo por reconstruir una imagen ni una obsesión por encajar en lo que se espera de ellos. Es más bien una carta escrita con manos temblorosas, donde cada frase cuenta lo que no se pudo decir en ocho años. “Te odio tanto que te extraño”, cantan en un coro seco, casi al borde del llanto. Hay aquí una forma de incomodidad que se siente necesaria.
La producción es sobria y directa. Guitarras crudas, bajos que caminan sin apuro, baterías que acompañan más que marcar. Pero lo que de verdad importa está en las letras: fragmentos de conversaciones que nunca terminaron, frases que parecen escritas en libretas escolares, ideas que nadie se atrevió a decir en voz alta. Luis Guzmán nunca se disfraza ni dramatiza. Su permanencia en la memoria colectiva tiene que ver con eso: con decir las cosas de frente, sin envoltorios ni pretensiones, pero con una precisión que conmueve.
Escuchar este disco no cura nada, y ese es justamente el punto. Hay canciones que no resuelven, que apenas acompañan. A veces basta con eso. Me atormenta tu tormenta llega en el momento justo para quienes ya no esperan respuestas, pero aún necesitan una voz con la que llorar sin dar explicaciones. Hay tormentas que duran años, pero también hay bandas que entienden que cantarlas puede ser una forma de quedarse, aunque todo se haya ido al carajo. ¿Te acuerdas cuando todo esto parecía importar? Luis Guzmán sí. Y por suerte, regresaron para recordárnoslo.
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