Lento Rodríguez, el proyecto de Gustavo Rizo-Patrón, es uno de esos nombres que circula en los márgenes del circuito independiente peruano pero que empieza a reclamar atención fuera de sus fronteras. Lo suyo nunca ha sido el estatismo. En pocos años pasó de la densidad expansiva de New New Wave (2024) a este nuevo álbum, Simón Salguero, donde la brújula se desvía hacia otra dirección. No está solo en ese viaje. Tweety González, productor de discos que marcaron generaciones, interviene en la grabación y mezcla con una sensibilidad que le da al álbum un aire de precisión, casi como si alguien abriera las ventanas para dejar entrar otra luz.
La calle miraflorina que le da nombre al disco funciona como metáfora y detonante. Un espacio de infancia convertido en catalizador para seis piezas que trabajan con la memoria sin quedarse pegadas a ella. Rodríguez utiliza su pasado como material maleable, como textura sobre la cual escribir. El álbum se percibe más como un ejercicio de apertura que como un bloque cerrado. Cada corte encuentra su propia cadencia, su propio temperamento, y lo que los conecta no es un relato lineal, sino un modo compartido de respirar.
Tweety ordena ese aire con precisión. La producción depura y realza el carácter de cada elemento. Se percibe en la nitidez de los teclados, en la manera en que las voces se acomodan en un espacio que nunca resulta estrecho, en el papel detallado de las guitarras. A esto se suman las aportaciones de Mariana Michi y Tuten Mapu, que inyectan color y desvíos inesperados, mientras músicos argentinos convocados por el propio productor dejan huellas que expanden el registro sin desbordarlo. El diálogo sutil entre Perú y Argentina termina delineando una manera de entender lo independiente en Latinoamérica.
Comparado con su antecesor, Simón Salguero renuncia a cualquier idea de continuidad fácil. La elegancia de New New Wave se transforma ahora en un álbum de contrastes emocionales, que sorprende por su capacidad de contener la tensión sin perder claridad. Rodríguez avanza con saltos de fe cuidadosamente pensados. Y esa voluntad de moverse, de no anclarse en un molde, es lo que hace que este nuevo trabajo resuene como una afirmación personal sin necesidad de proclamar nada. Simplemente existe, y en su existir, inquieta.
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