Lalo Salazar concluye la travesía de ‘Nacimiento’ con un show especial en el corazón de la Biblioteca Nacional

En la canción peruana, el nombre de Lalo Salazar se sostiene con una luz discreta y persistente. Nacido en Cusco, formado en el Conservatorio y moldeado por años de búsqueda entre la música clásica y la palabra, ha construido una ruta personal, donde la guitarra se vuelve interlocutora de su voz. Su ciclo Nacimiento, reconocido por el Ministerio de Cultura en 2024, cerrará este 8 de noviembre en el Teatro Auditorio Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional, con ingreso libre. Será una noche que se anuncia como un encuentro de memorias, amistades y afectos reunidos en torno a la canción.

A lo largo del tiempo, Salazar ha tejido una obra que respira diversidad sin perder raíz. Su manera de combinar ritmos andinos, costeños y afroperuanos con el lenguaje del rock, el jazz o la bossa nova responde a una mirada que entiende la música como una experiencia abierta, en movimiento. Su guitarra conserva la precisión del estudio clásico, pero se inclina hacia la exploración, hacia ese instante en que la emoción se vuelve estructura. En Nacimiento, las piezas parecen dialogar con distintas épocas del país, evocando emociones que se reconocen más allá del contexto.

El concierto reunirá artistas de procedencias diversas, entre ellos la cantautora asháninka Yessi Comanti y el músico afroperuano Adrián Zevallos. Se espera una conversación de estilos y sensibilidades que comparten una misma raíz. Salazar busca una conexión sincera, una forma de canto que transmite sin necesidad de imponerse. Su manera de interpretar sugiere que la hondura no requiere volumen, y que la música puede conmover por su transparencia. Todo en su propuesta reafirma una honestidad que se extraña en los escenarios contemporáneos.

Lalo Salazar cierra Nacimiento con la serenidad de quien entiende que tocar y cantar es también una forma de encuentro. Su obra conserva la claridad de un río que avanza sin ruido, llevando fragmentos de historia, gestos de humanidad, pequeñas luces que nos devuelven la posibilidad de escuchar distinto. Tal vez esa sea su enseñanza más profunda, recordar que una canción puede unir sin levantar la voz.

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