Los pueblos latinoamericanos llevamos la música en la sangre desde siempre. Cantamos para sembrar y para cosechar, para agradecer, para enamorar, para despedir y para celebrar. Cada país ha creado su propio lenguaje rítmico, pero en todos late la misma necesidad de encuentro. Esa herencia festiva es la que De La Kaye recoge en su propuesta, un proyecto nacido en Lima que hace de la unión cultural un principio vital. Su sonido suele girar en torno al rock y a una amalgama de géneros como salsa, reggae, cumbia o guajira, construyendo una fiesta colectiva que trasciende fronteras. Sin embargo, su nuevo sencillo FOMO nos sorprende con un viraje hacia el blues, como si la banda hubiera decidido mostrar una cicatriz en lugar de una celebración.
Jeani, voz principal del grupo, confiesa que esta canción refleja el cansancio de sostener un proyecto independiente bajo las reglas cada vez más hostiles de la industria digital. Lo que debería ser un espacio de creación se ha vuelto un terreno de algoritmos y métricas que poco tienen que ver con la música. FOMO fue escrita hace años, pero encontrarle vida ahora resulta revelador. Con la producción de Tuto Figueroa y un registro desnudo, grabado en una sola noche, la canción se entrega sin ornamentos y transmite un desahogo que, lejos de buscar perfección, se apoya en la crudeza de lo palpable.
La historia detrás de la letra añade otra capa. Jeani habla de su paso de una universidad nacional a una de élite, donde descubrió personajes que parecían salidos de una caricatura de clase alta limeña. Ese choque se convirtió en un retrato de desigualdad, pero también en una reflexión sobre la exclusión, el desarraigo y la necesidad de pertenencia. De La Kaye siempre ha entendido la música como un puente cultural y social, y aunque esta vez lo hacen a través de un blues acústico, la intención se mantiene: revelar lo que duele para recordarnos que seguimos compartiendo la misma raíz.
El videoclip que acompaña al lanzamiento refuerza esta decisión de mostrar vulnerabilidad. Da un aire visual a esa confesión íntima y rompe con la lógica de la viralidad pasajera. Escuchar FOMO confirma que la fiesta sigue encendida en la propuesta, mientras también abre un espacio para la tristeza y el desgaste como parte de nuestra identidad. Porque la música en América Latina ha sido siempre eso, un espejo de lo que sentimos, ya sea alegría o desencanto, y De La Kaye consigue que en cualquiera de sus formas, sigamos sintiéndonos acompañados.
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