Todo era gris, sucio y miserable. Laburos de mierda, calles llenas de miedo, sueldos que no alcanzaban ni para la combi, padres quebrados por el sistema y políticos que parecían salidos de una mala novela. En medio de ese naufragio noventero se gestó una banda con hambre de decir lo que muchos pensaban pero pocos se atrevían a gritar. Aeropajitas nació como se nace cuando todo está podrido, sin futuro, sin promesas, con pura rabia y convicción. Diez años después, cuando la mugre ya era parte del paisaje, escupieron su disco más brutal. Le pusieron nombre a todo ese hastío: Képoka de mierda.
Aquella escena punk limeña, que ya no era un secreto de cuatro gatos, encontró en ese disco su columna vertebral. No era solo distorsión ni velocidad. Las letras eran cuchillos. Las guitarras sonaban a metal oxidado arrastrado por el pavimento. El bajo dolía. La batería golpeaba como deuda. Y las voces… esas voces no venían de ningún estudio fino, salían del estómago. Kaer, Todo sigue igual, El fantasma, Soledad. Piezas sin máscara que aún revientan parlantes y desatan pogos como si el tiempo no hubiera pasado. O peor como si todo estuviera igual de jodido.
Aeropajitas no apareció para encajar ni complacer. Construyó una identidad desde lo relegado desde los cables mal conectados y los amplis prestados. Forjaron una comunidad de sobrevivientes con parches en la mochila y estribillos tatuados en la garganta. Son la banda que muchos vimos antes de entender qué diablos era el punk. Y también la que seguimos escuchando después cuando la vida nos fue pateando más duro de lo esperado. Su legado no se mide en discos vendidos ni en streams. Se mide en cicatrices.
Este sábado 13 de septiembre en Yield Rock celebrarán dos décadas de ese disco infectado de verdad. No estarán solos. 6 Voltios, 380, 40 Gramos, Santino Amigo, Decisión Final y Emputados se suman a la juerga. Y no será solo una tocada. Será un reencuentro con ese olor a cloaca que no se va. Con esa sensación de que pese a todo seguimos vivos y cantando. De que el punk todavía nos sirve para no volvernos completamente locos. Yo que tú atrapo mi entrada aquí mismo.
Képoka de mierda no suena a recuerdo. Suena a presente. A bronca que persiste. A calles que no han cambiado tanto. Aeropajitas sigue ahí con las mismas guitarras con la misma furia con menos pelo y más historia. Veinte años después el disco más asquerosamente honesto del punk peruano regresa al escenario. Porque el tiempo pasa. Pero la mierda persiste.
Óyelo de nuevo:
Flyer con todos los implicados:

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