¿Cómo reingresa al circuito una banda que estuvo fuera de juego durante una década? ¿Cómo consigue volver a sonar con autoridad en una escena que no espera a nadie? 3 Yardas responde desde el acto, no desde la explicación. Formados en Lima en 2003, surgieron cuando el grunge aún latía en los garajes y el post-hardcore se colaba por los parlantes escolares. Durante años sostuvieron una propuesta cruda, guitarras al frente, letras viscerales y un sonido moldeado por la distorsión noventera. Después de una larga pausa, regresaron en 2022 con nuevo impulso. Despertar, su más reciente EP, reintroduce a la banda sin rodeos, directo al núcleo.
El disco se construye desde el impacto emocional. Las letras se hunden en episodios íntimos, trazan rutas por la ansiedad, el encierro, las despedidas, los conflictos irresueltos. La voz se mantiene firme, sin exageraciones ni dramatismo impostado. Cada frase parece dicha en el momento exacto en que empieza a doler. El título no alude a ninguna epifanía iluminadora, sino a ese zumbido interno que obliga a reaccionar, a seguir andando cuando lo que viene atrás ya no se puede deshacer. No hay redención, hay movimiento.
El sonido actúa como fuerza de arrastre. Riffs densos, baterías que empujan, acordes construidos sobre escalas menores, distorsión que no se esconde detrás de producción pulida. Guitarras en drop D sostienen un lenguaje propio que apunta más a la necesidad que a la nostalgia. Algunos pasajes evocan el Pearl Jam más punzante, otros se alinean con la electricidad de los primeros Foo Fighters o el filo melódico de Soundgarden en su etapa más cruda. Todo está diseñado para generar presión sin perder precisión. Nada sobra, nada relaja.
Despertar funciona como reintroducción y como advertencia. 3 Yardas no busca repetir fórmulas ni insertarse en un lugar seguro. Su regreso no es diplomático, es físico. Vuelven con canciones que incomodan, con distorsión que arrastra, con la convicción de que el ruido también puede ordenar lo que la mente ya no sabe por dónde procesar. En una escena que se diluye entre algoritmos y reciclajes sin alma, ellos deciden volver a prender el amplificador sin mirar atrás. Y eso basta.
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