Las canciones pueden viajar en el tiempo. Algunas quedan atrapadas en una época, otras logran atravesar generaciones sin perder vigencia. La banda argentina Niños Envueltos entiende bien ese fenómeno. Desde su visita a Lima en 2017, el vínculo con Perú ha sido más que una anécdota de gira. Ahora, esa conexión toma forma en «El Protocolo (Lo que habría que cortar)», un homenaje a Los Pasteles Verdes que trasciende el simple gesto de admiración. No se trata de replicar el pasado. Darle continuidad implica encontrar en la balada moderna un lenguaje que sigue diciendo cosas en el presente.
La producción de Paul Thielen sostiene la esencia de aquella influencia sin dejarla intacta. Hay un aire analógico que remite a los años setenta, pero con matices que la traen al ahora. Los teclados flotan con una precisión casi fantasmal, la percusión se desliza sin apurarse y la instrumentación en general parece pensada para sostener un momento antes de que se deshaga. La canción genera una sensación de suspensión, como si se moviera entre el recuerdo y la vigilia.
La letra habla de relaciones que cambian sin que nadie lo note. No hay finales abruptos, solo silencios que van moldeando la distancia. Se insinúa una especie de burocracia emocional, reglas no escritas que rigen lo cotidiano hasta que, de pronto, todo se vuelve irreconocible. La voz se desliza entre imágenes que parecen sueños a medio recordar, sin explicaciones innecesarias, solo con la certeza de que algo se ha transformado.
Más que una canción, «El Protocolo (Lo que habría que cortar)» funciona como una conversación pendiente. El sonido de Los Pasteles Verdes no quedó congelado en el tiempo, sigue resonando en otros espacios, adaptándose sin perder su esencia. La conexión entre Niños Envueltos y Perú no se limita a un recuerdo lejano, está viva en este tema. Escucharlo es casi como encontrar un viejo casete y descubrir que, de alguna forma, las voces que ahí quedaron siguen respondiendo.
La espera por el próximo disco se vuelve más inquietante con este adelanto. Si esta canción abre una nueva etapa, lo que sigue podría ser incluso más elocuente. Hay diálogos que tardan en cerrarse y sonidos que, lejos de apagarse, solo encuentran nuevas maneras de expandirse.
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